La importancia simbólica de Benazir Bhutto


Ante todo, han matado a una mujer. Una mujer bella. Una mujer visible e, incluso, ostensiblemente, espectacularmente, visible. Una mujer que no dudaba en celebrar sus mítines en uno de los países más peligrosos del mundo a cara descubierta y sin velo. Todo lo contrario de esas otras mujeres avergonzadas, ocultas, criaturas de Satán y, por lo tanto, condenadas, que son las únicas mujeres que toleran esos apóstoles de un mundo sin mujeres.Mataron a esta mujer porque era este rostro de mujer a la vez débil y de una fuerza sin réplica el que vivía su destino de mujer rechazando esa maldición que pesa, según estos nuevos fascistas que son los yihadistas, sobre el rostro humano de las mujeres. Mataron, pues, a la que encarnaba incluso la esperanza y el espíritu y la voluntad de la democracia, no sólo en Pakistán, sino en toda la tierra del islam en general.Pervez Musharraf era un falso enemigo de Al Qaeda.Simulaba combatirla, cuando, por medio de su doble juego, sus alianzas ocultas y su forma de mantener controlado su stock de terroristas y de soltarlos uno a uno, con cuentagotas, según las necesidades de su complicada alianza con su gran amigo americano, en realidad estaba jugando sus cartas a escondidas.

Benazir, si hubiese ganado (¿pero qué digo?), si simplemente hubiese vivido, simplemente vivido, no habría dejado de decir, por medio de su misma vida, de su ser, de su presencia y, en definitiva, de su testimonio, que era su adversaria decidida, absoluta, irreductible. Era, pues, para esta gente, una amenaza, más que política, ontológica. Les habría declarado la guerra sin cuartel. Ellos lo sabían y, por eso, la mataron.

La mejor, la única forma de replicar a este nuevo y terrible desafío es conceder, de inmediato, toda su importancia simbólica al acontecimiento.

La señora Bhutto será inhumada los próximos días en ese país mártir que es, más que nunca, Pakistán. Tienen que estar allí, para acompañarla en este su último viaje, Angela Merkel, George W. Bush, Gordon Brown y todos los demás.

¿Que Benazir Bhutto no era ni jefe de Estado ni de Gobierno? Es cierto. Pero era más. Era un símbolo. Y es, ya, un estandarte. Detrás de su nombre se van a colocar, de ahora en adelante, todos los que no hicieron el duelo de la libertad en tierras del islam. Y desde ya mismo, detrás de su féretro, tienen que alinearse y recogerse todos los que todavía creen que, en el islam, terminará por imponerse el genio de las Luces sobre el del fanatismo y el crimen.

(Bernard-Henri Levy, «La intolerable provocación de un rostro hermoso», en El Mundo). Ver el artículo completo en Reggio.

Como demuestra la entrevista que le hicieron tras el atentado que sufrió en octubre, en el que salvó la vida milagrosamente, sabía demasiado sobre los servicios de seguridad del gobierno de su país, que debían protegerla, aunque es evidente que no lo hacían:

Acerca de mercè

documentalista, bloguera, socialista y socrática convencida
Esta entrada fue publicada en fanatismo, Pakistán, política, terrorismo. Guarda el enlace permanente.

2 respuestas a La importancia simbólica de Benazir Bhutto

  1. Mataron la democracia los brutos que perpetraron el asesinato. Feliz A;o 2008.

  2. espiritualidadypolitica dijo:

    Feliz año 2008, y gracias por los buenos momentos que nos has hecho pasar este año leyendo tu siempre interesante blog,

    saludos de Cristóbal

Deja un comentario